La sociedad itateña en movimiento: una mirada global en el cambio de siglo (XIX-XX)

 

El departamento del Itata en la segunda mitad del siglo XIX se estructuraba a partir de una amplía matriz social, que fue producto de las tensiones generadas en el espacio próximo a la “frontera”. Lo conformaba el “bajo pueblo”; heredero de la rígida estructura "hacendal" que predominó por largo tiempo en el Chile colonial, y en el otro extremo, se encontraba la terrateniente, perteneciente a la aristocracia criolla que basaba su estatus social a partir del dominio de la tierra y su productividad. Quienes se vieron sometidos eternamente hacia la jerarquía del “patrón”, entrado el siglo decimonónico, anhelaron diversificar en las oportunidades para mejorar su calidad de vida.

           Itata, hacia fines del siglo XIX, aún mantenía su estrecha relación con la tierra, a pesar de que los actores sociales se abrieron al comercio y con ello, nuevas oportunidades de percibir capital; encontraban en la tierra su forma de vida. La mayor parte de la población en Itata destinaba sus fuerzas a las labores agrícolas, en segunda instancia al comercio y artesanado[1]. En las diversas subdelegaciones que se levantaron en Itata, tras la “Ley sobre organización y atribuciones de las municipalidades[2]” se establecieron; Pocillas, Cobquecura, Ninhue, Portezuelo, Trehuaco[3], incluyendo a su capital departamental; Quirihue. A pesar de ser la capital departamental, Quirihue se proyectó económicamente como una ciudad-rural agrícola, con una complejo desarrollo económico que será determinado a partir de la conectividad con los principales focos expansivos de la época y los puertos de transporte. 

            El movimiento de población a fines de la década de 1880 fue bastante dinámica, los nacimientos (868), matrimonios (85) y defunciones (277) en el último trimestre del año 1887 establece una fuerte crecimiento demográfico en el departamento; la mayoría de los casos, estaban concentrados en las circunscripciones rurales, arraigados a la tierra[4].

La población de Itata fue constante en su crecimiEnto, en el último censo (1885) ascendió a 46.600 habitantes, mucho mayor que los demás departamentos de la Provincia del Maule (por sobre Cauquenes y Constitución) pero, a pesar de ser establecido por la “Oficina Central de Estadística”, los habitantes de Itata indicaban que sobre el verdadero número de habitantes, debiera agregarse no menos de un diez por ciento más[5]. La importancia de Itata no era un asunto  ignorado, los habitantes reconocían la relevancia del espacio, superando las estadísticas de los demás departamentos de la provincia, según la Sinopsis estadística y geográfica de Chile en 1885, el departamento de Itata figura casi en primeras líneas. En lo referente a la población, Itata supera los otros dos; Cauquenes con 45.950, y el de Constitución 32.195. En tal caso, la totalidad de los habitantes de los departamentos de la provincia, sirve para proyectar la población y comparar con la población del censo de 1875, y en tal caso, resulta: para Itata 47.251, Cauquenes 46.591 y Constitución 32.291[6]. Resultando aclaratorio el crecimiento sostenido de la población, sufriendo un bajo porcentaje de población migrante a otros focos expansivos. Hacia finales de la década de 1880 el Departamento se proyectaba como un espacio dinámico, prometedor, con una fuerte productividad agrícola, siendo la principal actividad económica el trigo y la vid[7] como sus principales productos.

Si bien, la actividad agrícola fue la que determinó la estructura socio-económica en el cambio de siglo, el comercio fue creciendo de manera exponencial junto a las demás actividades, el mercado comercial se vio fuertemente impulsado por el accionar de los actores sociales que convergían en aquel espacio. En el área rural, la estructura económica no difería demasiado a como se conformó durante la colonia, es decir, se proyectó el sistema productivo enraizado en la hacienda[8], pero que mayormente estuvo representado en Itata a través de los grandes fundos, pertenecientes a terratenientes que encontraron su poder en la tierra. En su mayoría, las tierras eran heredadas de generación en generación, y si fuera el caso, éstos funcionaron como prestamistas a propietarios menores, los cuales, entregaban sus tierras en prenda, no obstante, las hipotecas, reinvindicaciones de terrenos, cobro de pesos, fueron prácticas normalizadas por la sociedad itateña[9]. Los fundos tenían la misma función económica que las haciendas, para estos espacios, fue necesario adoptar “sujetos” que trabajaran la tierra, es por ello que el peonaje e inquilinaje fueron parte de la red económica que se dio en Itata. Dentro de los fundos, convivían diversos sujetos históricos que hacían producir las tierras, a pesar de los diversos inconvenientes (clima, enfermedades, plagas, entre otros), el rendimiento era sostenido, incluso satisfactorio. Entre los que trabajaban la tierra, se encontraban los sujetos que siempre habían estado ligado a ella, generación tras generación tuvieron que servir al “patrón” que dominaba el mundo rural, algunos lo hacían por el trabajo diario, pero hubieron quienes se cansaron de vagar por los caminos del Chile central, aquellos se adentraron a los fundos y fueron parte de él, levantaron sus “ranchas” a costa del servicio que debían prestar, su mayor riqueza era la fuerza y su "picardía" que no detenía la esperanza de poder algún día cambiar su situación[10].

El "producto" de aquel bajo pueblo colonial, durante el siglo XIX se complejizó y a la vez, se especializó en diversas actividades, no tan solo practicaba los oficios relacionados a la tierra, sino que también en su largo andar, aprendió diversas labores que traía consigo. El vagabundaje fue una práctica recurrente en la sociedad decimonónica, no tan solo fuerza traía en su caminar, traía el conocimientos de los oficios, fueron ellos los "polinizadores" de actividades, labores u oficios más tradicionales, las rutas o caminos rurales se establecieron como espacios de transmisión cultural[11]. Su situación era bien incierta, su estatus deriva de una compleja estructura social que generó el mestizaje fronterizo, junto a las avalanchas de vagabundos que buscaban establecer su fortuna al sur del río Maule; la mayor parte eran hijos naturales en uso de su identidad[12]. De la misma manera, las ciudades se vieron aglomeradas de jóvenes vagos que circulaban en busca de oportunidades, jóvenes que no encontraban entretención misma que el vicio en los juegos, de a poco se fueron acercando a los espacios rurales, otros, prefirieron seguir deambulando dentro de las ciudades o en busca de algún foco expansivo[13].

Si bien, en el mundo rural convivían con la estructura hacendal-fundo, donde la compleja forma de relaciones sociales estaban estrictamente jerarquizadas por la voluntad del patrón, sometiendo a labores agrícolas-domésticas, su estrecha relación con el espacio urbano es bien sabido. La necesaria estructura económica establecida en el espacio rural, responde a las necesidad que presenta los focos expansivos, hacia fines del siglo XIX se presenta un acelerado proceso migratorio desde el campo hacia la ciudad, marcado por la incapacidad del mundo urbano de satisfacer las necesidades básicas para sus nuevos huéspedes, por ello, a pesar de su marginalidad, se fueron asentando en las periferias de las ciudades, en busca de tierras agrestes, no para cultivarlas, más bien, para establecer sus hogares; el trabajo en su mayoría, aún lo mantenían en los fundos, pero ya no como inquilinos o peones, sino que como un actor social reformado; lleno de conocimientos, heredados por sus antepasados, los desagraciados les faltaba un elemento preponderante, el capital[14].

En función a ello, la dependencia hacia el mundo rural fue crucial, de la misma manera sintieron la dependencia de la ciudad o poblados nacientes, cada elemento proporcionaba lo básico para sobrevivir. Ahora, estos actores sociales que se avecindaron en las ciudades no resumían su mayor riqueza en la fuerza física, en realidad ahora se determinaron a partir del conocimiento; de labores u oficios que comenzaron a practicar para su nuevo mundo. No fue una práctica nueva, lo venían haciendo desde que comenzaron a transitar por los caminos nacionales, ahora se vio marcado por el acelerado proceso productivo; Chile sintió la necesidad de modernizar su estructura económica, y fueron los “patrones” rurales y urbanos quienes patentaron su desarrollo, ellos a través del poder que ejercían, establecieron el ritmo modernizador, al alero de los procesos internacionales[15]. La dependencia entre los diferentes actores, la mayoría sometida a las inquietudes aristocráticas, fortaleció la férrea estructura, inquebrantable a las exigencias de los nuevos actores que se establecieron en las ciudades.

Dentro de las ciudades o poblados, la situación económica, al igual que en el mundo rural, se vio sometida a la dependencia, pero se agregaron nuevos tópicos que complejizaron aún más la situación, el comercio cada vez se fue robusteciendo, las casas comerciales que ofrecían productos exóticos fueron creciendo con el paso de los años, incorporando rutas o circuitos comerciales que haría despegar la economía local, regional y nacional. La conectividad fue crucial para ver surgir con mayor fuerza el comercio, si la mayor parte de la historia Itata se destacó por comercializar dentro de su espacio regional, aunque su historia delate un fuerte comercio vitivinícola y cerealero en tiempos de la colonia, ahora con la incorporación de Chile al circuito internacional, abrió las puertas para poder establecer intercambio de productos; a finales del siglo XIX, Itata exportaba mayormente cereales y junto a ello, las ciudades se inundaron de productos venidos del resto del mundo, en especial Estados Unidos e Inglaterra[16].

Los productos rurales que se ofertaban en la ciudad tenían una buena recepción, en el cambio de siglo, las cosechas se compraban de manera anticipada y su valor era aceptable para una sociedad sedienta de progreso[17]. De la misma manera, al levantarse bodegas que almacenaban los productos, molinos, sistema de transporte (carretas), estaban dominados por acaparadores de productos, los que luego los llevaban a los puertos de comercio. De la misma manera, las ciudades cercanas a la costa, funcionaron como espacios para levantar grandes bodegas de almacenamiento, muy diferente a la realidad de Itata, quienes, sufriendo con la precaria conectividad, los comerciantes debían arriesgar sus productos a los efectos climáticos y peor aún, a la suerte de los caminos en mal estado, asaltos y pérdida total de la producción[18].

En el cambio de siglo, los prominentes comerciantes se fueron entremezclando con los hacendados, las funciones económicas de estos últimos se convirtió en algo muy difícil de esclarecer o mejor aún, intentó abarcar todo tipo de actividad que le reportara capital; el mercado daba la amplitud para generar aquella dinámica[19]. Los hacendados itateños, a diferencia de los comerciantes, ampliaron su abanico de posibilidades, pasaron de dominar la producción agrícola, a competir en el mundo comercial de las rutas rurales, buscando en todo momento llegar a la costa; los puertos de exportación e importación eran el objetivo. La necesidad de “remezas”, encargados de realizar el transporte de productos entre ciertos lugares, florecieron entre las ciudades más importantes de la región, la naciente necesidad de acercar los espacios productores con los que estaban conectados a través de las líneas férreas; el éxito de éstas empresas recae en el conocimiento que se tenía de los que utilizaban el servicio, no se transportaba carga para personas desconocidas[20]. Existieron para los comerciantes dos rutas claramente identificables, las que circulaban desde los interiores del departamento hacia las líneas férreas, y las otras que buscaban acercarse a los puertos, las dos rutas tenían el mismo objetivo, la diferencia recae en el tiempo destinado al transporte, algo vital en aquel entonces[21].

Es así como se establecen diferentes actores sociales que "interaccionaban" entre sí en el cambio de siglo, en Itata se vio abarrotado de transeúntes que buscaban golpes de suerte en su lento andar, en primera instancia estuvieron vinculados a la tierra, para dar paso, de a poco a su transformación, un gran número a incluirse en las nacientes ciudades. Los focos expansivos fueron espacios atrayentes para éste grupo que de a poco estaba dejando atrás su relación con la hacienda-fundos, claro está que no todos se arriesgaron a cambiar la estructura, muchos siguieron estando ahí. Quienes sí se atrevieron a cambiar su situación, llevaban consigo el conocimiento que habían aprendido en su lento transito desde el norte al sur y viceversa, pero estando dentro de las ciudades, apostaron por servir a quienes dominaban el capital, empleándose en lo que fuera ofertado (tienda de mercaderías, molinos con una y dos paradas de piedra, despacho de licores, fabricas de carretones, hoteles, panaderías, fabricas de tejas y ladrillos, entre otros[22]) o más simple aún, desde las periferias de las ciudades volvían a laborar a los fundos cercanos. Aquellos sujetos de a poco se integran a la vida urbana, y a la vez, quienes dominan los lazos comerciales, se confunden con los hacendados, pues, en el cambio de siglo muchas de sus labores convergían con sus intereses. La irrupción del agente extranjero provocará un dinamismo en el mundo comercial, apostaran a ejercer el comercio con una cuota de su conocimiento, se establecerán variadas tiendas que ofertaran diversos productos extranjeros[23]. El término del siglo XIX y el comienzo del XX auguraba un prospero devenir, por ello, se apostó por incentivar las principales actividades económicas; orientadas a la productividad agrícola y la expansión del comercio.



[1] Nomina de los calificados en la primera subdelegación de Quirihue del departamento del Itata. Periódico Literario e Industrial. El Arturo Prat. Año. VI. NUM. 346. Jueves, 6 enero 1888. Quirihue. p. 1.

[2] Ley sobre organización y atribuciones de las municipalidades. Periódico Literario e Industrial. El Arturo Prat. Año. VI. NUM. 340. Jueves, 24 de noviembre de 1887. Quirihue. p. 2.

[3] Nómina de los calificados en la sesta subdelegación de Trehuaco - Portezuelo. Periódico Literario e Industrial. El Arturo Prat. Año. VI. NUM. 348. Jueves, 19 enero 1888. Quirihue. Pp. 1-2 “Un alto porcentaje de los inscritos, expresan como profesión o giro la Agricultura”

[4] Movimiento de población habido en las oficinas del departamento durante el último trimestre del año 1887. Periódico Literario e industrial. El Arturo Prat. Año. VI. NUM. 347. 12 enero 1888. Quirihue. p. 3.

[5] Memoria Anual presentada a la Intendencia de la Provincia por el Gobernador del Departamento. Periódico Literario e Industrial. El Arturo Prat. Año. VI. NUM. 363, Jueves, 8 marzo 1888. Quirihue. p.2.

[6] Algunos datos que dan a conocer la importancia del Departamento de Itata, sobre las demás de la Provincia del Maule. Periódico Literario e Industrial. El Arturo Prat. Año. VII. NUM. 418, Jueves, 20 junio 1888. Quirihue. p.2.

[7] Algunas noticias sobre Itata. Periódico Literario e Industrial. El Arturo Prat. Año. VI. NUM. 362, Jueves, 3 mayo 1888. Quirihue. p.2.

[8] Bengoa, J. Hacienda y campesinos. Historia Social de la Agricultura chilena. Tomo II. Ediciones Sur. Santiago de Chile. 1990. p.9.

[9] Catálogo Judicial. Melipilla, Curicó, Molina, Constitución, Parral, Quirihue, San Carlos, Tomé. Civiles. 1751-1844. Vol. 40. Leg Nº. 19 – 26.

[10] Salazar, G & Pinto, J. Historia Contemporánea de Chile II: Actores, identidad y movimiento. Ediciones LOM. Santiago de Chile. 2010. Pp. 102-108.

[11] Ibídem. p. 109

[12] Los hijos sacrílegos ante la ley de 10 de enero de 1884. Periódico Literario e Industrial. El Arturo Prat. Año. VI. NUM. 396, jueves, 10 enero 1889. Quirihue. p.2.

[13] Niños Vagos. Periódico Literario e Industrial. El Arturo Prat. Año. VII. NUM. 426, jueves, 8 agosto 1889. Quirihue. p.2.

[14] Salazar, G. Labradores, Peones y Proletarios. Ediciones Sur. Santiago de Chile. 1985. p. 56. “En el siglo XIX las tierras fueron ocupadas por esos nuevos labradores fueron adquiridas a veces mediante contrato de arrendamiento, otras por donación gratuita, y a veces por simple ocupación ilegal o no autorizada. Aunque vagamente definido, este régimen de propiedad permitió a los poseedores de sitios, iniciar actividades para la venta en los mercados urbanos”

[15] Salazar, G. Labradores, Peones y Proletarios. Ediciones Sur. Santiago de Chile. 1985. Pp. 234-235. “el peonaje de ciudad se le enganchaba para realizar cortos trabajos a jornal en obras publicas, o en forma permanente, con un salario nominal, para el servicio domestico en las casas patricias o para el ejército; o bien a ración, para las cuadrillas de presidiarios”

[16] Salazar, G & Pinto, J. Historia Contemporánea de Chile III. La economía: mercados, empresarios y trabajadores. Ediciones LOM. Santiago. Pp. 68-69.

[17]A los Agricultores. Periódico Literario e Industrial. El Arturo Prat. Año. VI. NUM. 342, Jueves, 8 diciembre 1887. Quirihue. p.3.

[18] Molino de California. Tomé. Periódico Literario e Industrial. El Arturo Prat. Año. VII. NUM. 448, jueves, 16 enero 1890. Quirihue. p.1.

[19]A los comerciantes y hacendados. Periódico Literario e Industrial. El Arturo Prat. Año. VII. NUM. 448, jueves, 16 enero 1890. Quirihue. p.1.

[20] A los comerciantes y Agricultores de Quirihue y Cobquecura. Periódico Literario e Industrial. El Arturo Prat. Año. VI. NUM. 392, jueves, 20 diciembre 1898. Quirihue. p.3.

[21] Línea de coches. Periódico Literario e Industrial. El Arturo Prat. Año. VII. NUM. 448, jueves, 16 enero 1890. Quirihue. p.1. “Desde el 1º de Enero hasta el 30 de abril de 1888 queda instalada entre Quirihue y Chillán y viceversa la acreditada línea de coches de don José del Carmen Olea. Itinerario. - De Quirihue, todos los lunes, miércoles y viernes a las 6 A.M. De Chillán a Quirihue, todos los martes, jueves y sábados a la misma hora. (…) El mismo agente en vista proporcionará coches para Cobquecura, Cauquenes y cualquiera otro punto (…) a precios convencionales.”

 

[22] Nómina de los establecimientos profesionales e industriales sujetos al pago de patentes, según la ley de 29 de diciembre de 1866. Periódico Literario e Industrial. El Arturo Prat. Año. VII. NUM. 422, jueves, 11 julio 1889. Quirihue. Pp.1-2.

[23] Weir, Scott y Compañía,  de la Nueva Cosecha 1889-1890. Periódico Literario e Industrial. El Arturo Prat. Año. VII. NUM. 450, jueves, 30 enero 1890. Quirihue. p.3. “Reconocida la superior calidad de nuestras importaciones de Té sobre cualquier otra casa importadora, creemos suficiente afirmar que no hay mejores “tees”, a sus precios, ofrecidos en esta plaza.”

 

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